Sobre las relaciones y nuestra tendencia a convertirlas, desde el ego o la inconsciencia, en amor-miedo.
Hablamos continuamente del Amor. O de lo que creemos entender como Amor. Frecuentemente, le atribuimos la responsabilidad de lo que creemos que debe ser nuestra propia felicidad. Lo buscamos, habitualmente en otras personas, pensando que cuando lo encontremos en forma de alguien podremos sentirnos plenxs y completxs. Como si el Amor fuera algo que se tiene que buscar.
Ya lo dice dice Eckhart Tolle, muy en la línea también de Un Curso de Milagros: “el Amor es un estado del Ser”. No es algo que se encuentre fuera. No es algo que debamos siquiera perseguir. Es algo que nos es dado. Que nos viene de serie. Está dentro de nosotrxs porque es nosotrxs mismxs.
Amor es lo que somos. Aunque la mayoría de veces no lo creamos así.
Y ese no creer que Amor es lo que somos nos lleva a buscarlo fuera. En otra(s) persona(s). No me creo que soy Amor en mí mismx porque, en realidad, ni siquiera me amo a mí mismx. Por tanto, creo que el Amor ha de provenir de fuera. Ha de provenir de alguien.
Y sí, es cierto que podemos sentir Amor que provenga de otra(s) persona(s). Por supuesto. Y es maravilloso. Pero para poder recibirlo y sentirlo tal como es, primero hemos de ser capaces de sentirlo en nuestro interior. Hemos de sentirlo por y en nosotrxs mismxs.
Si no nos amamos primero a nosotrxs mismxs, si no nos sentimos plenxs, completxs y conectadxs con nuestra esencia (con nuestro Ser), desde el ego tendemos a buscar que otra(s) persona(s) nos complete(n). Buscamos que otra(s) persona(s) nos ame(n) para tener la percepción de sentirnos plenxs. De sentirnos completxs. Construimos lo que Un Curso de Milagros llama "relaciones especiales". Y ahí es cuando nos adentramos en el amor-miedo. Y digo miedo y no odio, porque el origen de todo odio, sea lo que sea lo que es el odio, siempre es el miedo.
“Amor es lo que somos. Aunque la mayoría de veces no lo creamos así”.
Así empieza, tal y como yo lo veo, el gran error. Gran error porque, desde ese momento en que creemos esperar que otra(s) persona(s) nos complete(n), en un intento inconsciente de escapar de nosotrxs mismxs, empezamos a inyectarle un montón de exigencias a esa(s) relación(es). O a esa(s) persona(s). Le(s) cargamos con la responsabilidad de hacernos sentir plenxs. Completxs. Y aparece el apego. Desde ese preciso momento, estamos destinando esa relación al fracaso. Por poco conscientes que seamos de ello.
Y eso sucede por algo muy simple. Puede que, durante un tiempo, esa(s) persona(s) cumpla(n) con las que creemos que son nuestras exigencias. Puede que mientras dura ese estado al que llamamos (erróneamente) “enamoramiento”, tengamos cierta (falsa) percepción de perfección. De “felicidad”. De plenitud. De completitud.
Hay alguien cubriendo, inconscientemente, lo que consideramos nuestros vacíos internos. Y nosotrxs también, seguramente, estamos cubriendo los de alguien. Y así, hacemos del Amor un intercambio. Un intercambio sin ningún sentido en absoluto. Es como que cosificamos el Amor. Lo convertimos en una especie de moneda de cambio.
Pero poco a poco, esa percepción de perfección y felicidad va transformándose. Parece como que esa(s) persona(s) empieza(n) a no cumplir exactamente las expectativas que, en un momento, generamos y proyeectamos sobre ella(s) desde el ego. Ya no atiende(n) a lo que establecemos como nuestras exigencias de la misma manera que al principio. Ya “no nos completa(n) tanto”. Y ahí empiezan las discusiones. El sufrimiento. La distancia. El control. La agresividad. Y la aparición de todas esas emociones, que no son ni buenas ni malas, nos aportan una información muy valiosa: Eso que estamos viviendo, no es Amor.
No lo es porque, y sigo citando a Eckhart Tolle, “el Amor verdadero no tiene opuesto”. No podemos sentir Amor por alguien y al rato, cuando ese alguien no hace lo que desde el ego esperamos que haga, sentir rabia. U odio. Porque eso nos llevará, indefectiblemente, a la infelicidad. Al conflicto. A la separación, al fin y al cabo. ¿Te suena?
Pues bien, siento ser tan categórico en este punto. Pero eso no es Amor. O, por lo menos, no Amor del que es. No del que somos.
“El Amor, con las manos abiertas. Para darlo y para dejar que se vaya. Siempre”.
Simplemente no puede ser. El Amor no funciona así. El Amor no tiene nada que ver con eso que desde el ego llamamos “amor”. Las relaciones no tienen nada que ver con eso que desde el ego llamamos “relaciones”.
Hace unos meses leí algo que me vibró mogollón. Y que siento que se acerca muchísimo a la manera en que, de un tiempo a esta parte, estoy empezando a vivir el Amor. Ahí va.
Las relaciones no son un problema para el Amor. No generan, por sí mismas, ni sufrimiento, ni ansiedad, ni miedos. Ni nada que se les parezca. Simplemente hacen aflorar el sufrimiento, la ansiedad y los miedos que están dentro de nosotrxs mismxs. De forma consciente o inconsciente. Y son oportunidades maravillosas para auto-conocernos y crecer. Para aprender.
Las relaciones pasan a ser un problema para el Amor cuando les exigimos que cumplan determinadas expectativas que son solo un reflejo de, principal pero no únicamente, nuestra falta de Amor por nosotrxs mismxs. Y pasan a ser maravillosas cuando las entendemos como parte necesaria en nuestro camino de aprendizaje vital.
De nuevo, no es nada que esté fuera. Está dentro. Y ahí, bajo mi punto de vista, está el quid de la cuestión. Pongamos la atención en lo que nos recomienda RuPaul al final de cada uno de sus programas: “If you can’t love yourself… How in the hell you gonna love somebody else?” (Si no puedes amarte a ti mismx, ¿cómo demonios vas a amar a otra(s) persona(s)?)
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